El deseo es una esquina del cuerpo
ella no puede dejar de pasar por allí una y otra vez
regocijando el vacío que transcurre entre ese recorrido y todo lo demás
Lo que la separa de ese acceso
la obliga a retomar infinitamente
la elipse de lo que se cuenta a sí misma
un nudo de contradicciones
imposible no acceder
Así en la vida como en el poema el límite alarga el apetito
querida Makkafu! No sé si recuerdas unas letras parecidas a estas, escritas en tu blog la mañana en que te descubrí! un abrazo
ResponderEliminarAmo a la frenética mujer sardina. No sin viril asombro descubro maravillosas líneas en tu isla. No menos maravillosas se presentan las fotografías que ofrecen al mundo tu belleza acuática. Hay electricidad en Salamanca y yo sin conocerla ... Nos vemos a la hora azul del búho. Amo a la bruja de este cuento.
ResponderEliminarBorona
De isla a isla.Da gusto comenzar así un comentario. Espero que sea duradero, en la palabra y en la amistad. Y que la distancia sea incapaz de someternos al naufragio. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Borona Y Alex, ha sido genial descubrir vuestra buena literatura. Un abrazo
ResponderEliminarQue lindo. El deseo está ahí. En un rincón. Es un pedacito de cielo que nunca nadie antes vio. Ya puse el link en mi espacio, y me voy a dedicar a leer su blog por las noches. Me encantó.
ResponderEliminargracias!
Entonces, seguramente, tus palabras luego de la visita, resonarán en mi cabeza como truenos lejanos. Como una rima que no alcanzo a entender. Y ese pedazo de cielo virgen, antes ocupado por sueños de brillantes estrellas hoy no se verá.
ResponderEliminarEs temprano y el leve pero incensante golpeteo gris no me ha dejado dormir todo lo que he querido. Ojalá despeje.
gracias rhodes, sigamos apuntando horas al desvelo de escribir. Un abrazo
ResponderEliminarEl deseo, los espacios, la distancia... una conjugación de límites. A veces una contradicción, un abismo...
ResponderEliminarHoy el deseo tiene nombre y está lejos...
Tan cierto que los límites alargan los apetitos!!! y una vez saciados comienza otra vez el juego, pero sin hambre no hay deseo ni juego
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