Alguna vez imaginé una guerra. Los tobillos de la guerra son delgadísimos y están clavados en el desierto, como espantapájaros de aves de metal. Los oídos confunden el infranqueable chirrido del óxido con el pálido sonido de la visita de un huésped que odiamos. El territorio está marcado, la tierra, que no nos pertenece, a la que pertenecemos, justifica hasta el hartazgo. Pero un día se cansa de justificar y la ambición saca su capote para comenzar su juego de tauromaquia. Estoy aquí, en una ciudad elevada en su contorno, con sus calles australes y sus bocinas roncas. Pero puedo estar allí, mirando la lluvia de fuegos reales caer a la altura de los pies de mi madre, de mi hermano...
Quiero correr hacia el flanco del cielo donde todo esté ordenado y el azul devuelva un marco de futuro en su espejo. Correr hacia mí misma, sin andar de cuclillas bajo las mesas, repasando el cartón duro del pan que comeré cuando la pared que me mira deje de temblar. Me encuentro con una mujer, su negra silueta intenta ordenar los huesos de un niño, su mirada llena de fuego amasa la cintura derribada del horizonte. Ando entre cuerpos, pisando pequeñas almas que salen de mí misma hacia el fusil, como atrapadas por el irrechazable destino de un imán. Me vacío de la historia, de la memoria, de la infancia. Y llego a los sueños, a la mente de alguien lejano que está perfeccionándolos, pero no hay consuelo. La realidad sigue siendo la misma, nada la corrige. Ni siquiera yo, desnuda frente a los ojos del hombre que va a matarme.
Quiero correr hacia el flanco del cielo donde todo esté ordenado y el azul devuelva un marco de futuro en su espejo. Correr hacia mí misma, sin andar de cuclillas bajo las mesas, repasando el cartón duro del pan que comeré cuando la pared que me mira deje de temblar. Me encuentro con una mujer, su negra silueta intenta ordenar los huesos de un niño, su mirada llena de fuego amasa la cintura derribada del horizonte. Ando entre cuerpos, pisando pequeñas almas que salen de mí misma hacia el fusil, como atrapadas por el irrechazable destino de un imán. Me vacío de la historia, de la memoria, de la infancia. Y llego a los sueños, a la mente de alguien lejano que está perfeccionándolos, pero no hay consuelo. La realidad sigue siendo la misma, nada la corrige. Ni siquiera yo, desnuda frente a los ojos del hombre que va a matarme.
En efecto, la realidad sigue siendo sangre y guerra, nadie detiene a la realidad y entonces se vuelve irreal y monstruosa ante nuestros ojos, mis ojos, que solo quieren paz, pero hay otros que buscan la guerra. ¿Por qué aquellos que ordenan disparar nunca se ponen a tiro de sus bombas? habría que ver como actuaban siendo blanco de sus propios obuses. Pero quienes matan siempre están a salvo, seguros tras sus búnker de espinos, metal y cemento armado... Gracias por el post. Un saludo.
ResponderEliminarGracias, moderato, estoy realmente triste con todo lo que está pasando. Y creo que el problema contiene aristas tan complicadamente terribles y humanas, que todo va más allá de lo que pasa hoy ahí en ese punto exacto del Oriente. Todos repetimos la deformación de una ambición y una violencia, y hasta que no somos capaces de corregir esa pesadilla, nuestra realidad se separa cada vez más de nuestros sueños de paz. Gracias por acompañarme. Un abrazo
ResponderEliminarsonia, éste es un texto que cala, que llega, que hace sentir su temperatura...
ResponderEliminary otra vez los sueños...
y la circularidad.
gracias por el encuentro.
Soñar con la paz cuesta poco
ResponderEliminarcuando estamos a resguardo
de las bombas y de la metralla,
cuesta tan poco como cerrar los ojos
en la inmensidad de la noche
y sentir aires de esperanzas.
Soñar con la paz cuesta poco
cuando yo estoy sentado
a miles de kilómetros de distancia,
cuesta tan poco como apagar el televisor
cuando las crueles imágenes
me desgarran el alma.
Soñar con la paz cuesta poco
cuando abro mi ventana
y entra el sol por la mañana,
cuesta tan poco como soñar
que no hay nadie dispuesto
a emprender nuevas guerras.
¡Soñar con la paz cuesta poco,
pero cuesta tanto hacerla realidad!
Un abrazo
Gracias , mi querida Paula. El encuentro sigue brillando, adentro de su circularidad luminosa.
ResponderEliminarGracias, Noray, cuánto coincidimos... cuánto. Un abrazo fuerte!!
ResponderEliminarQuerida Sonia,
ResponderEliminartu lenguaje, tu expresividad es fantástica. Debe ser que cuando unos hechos nos provocan dolor intenso los versos se tranforman en gritos hermosos, me gusta cuando dices: "Los tobillos de la guerra son delgadísimos y están clavados en el desierto, como espantapájaros de aves de metal."
A mí también me ocurre con todas estas noticias y en reunión conmigo misma lloro sobre el papel todo el dolor provocado.
No a la GUERRA.
Quedémonos con el atisbo de esperanza que dejas en tus palabras: "Quiero correr hacia el flanco del cielo donde todo esté ordenado y el azul devuelva un marco de futuro en su espejo."
Un fuerte abrazo
Gracias, Aída, mi querida amiga, siempre luminosa. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminaralgunos hombres de ciencia dicen que esto obedece a sistemas biolólicos, digo pelearnos entre nosotros...
ResponderEliminaryo sólo veo víctimas, y las teorías quedan en charcos de sangre y pérdidas irreparables, siento el aliento del Universo aleatorio y voraz, nada más...
besos, un escrito excelente
Querida Amiga.
Gracias Juan. Tienes toda la razón. un abrazo
ResponderEliminarCierta prosa hace tambalear la definición de poesía.
ResponderEliminarLa definición de personas se destroza en cada guerra.
Gracias Meadow. Un abrazo grande
ResponderEliminarA mí lo que me causa desazón, es que Gaza sólo sea un ejmpli sonoro, de las diversas guerras silenciosas que asolan el mundo.
ResponderEliminarUn abrazo, Sonia.
Mil gracias, Raúl, tienes tanta razón... Un abrazo para tí.
ResponderEliminarQuerida la perfección no existe más que la mente de cada uno porque cada uno tiene un nivel diferente de perfección.
ResponderEliminarLa muerte es lo único perfecto y es siempre original para quien se enfrenta a ella, aunque sea con cara de hombre.
Hace tanto que no te leo y me alegro de regresar.
Un gran beso Sonia.
Mamen
Gracias, Mamem. Un abrazo fuerte, bonita.
ResponderEliminarAbrazo solidario.
ResponderEliminarGracias, diavolo. un abrazo
ResponderEliminarYa lo dijo Bolaño: "El asesino duerme mientras la víctima le toma fotografías". Muchas gracias por tu visita y comentario en mi blog.
ResponderEliminarBuena frase del maestro Bolaño, diavolo. Me gustó mucho tu poesía. Un abrazo
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