13 julio, 2009
Camino de rosas
Bajo el burlón mirar de las estrellas
que con indiferencia hoy me ven volver
El paisaje escupe sus dimensiones. La fotografía que retienen mis ojos cabe en un puño, su equilibrio se desprende con el peso de una manzana caliente, cae la incertidumbre del gran árbol flanqueado por las tentaciones. En un primer momento, lo que veo es lo que recibo de mí, lo que intuyo de un pasado que organiza las edades, los nombres, las siluetas venidas de mí. Luego mordisqueo, engullo y trago lentamente el espesor del verano, entonces me atraviesa el espejismo que hondea la realidad, ese cuerpo grueso, desarreglado, indiferente a mi llegada, maldito y compasivo, que me busca finamente en el sueño de volver.
Reencuentro, desvanecida, la imagen que despedí de mí, y sin embargo, regreso a lo que me no me abandona, a lo que se desliza menos, a lo que pertenezco. Porque el que regresa hace por pertenecer, por flotar cómodamente en la certidumbre de lo familiar, por estabilizar los límites y encauzar su reconocimiento. Por reconocer, sí, por recordar, reencontrar, descansar. Por volver a lo anterior sostenido por un pálpito nuevo, funambulista que reanuda el comienzo haciendo coincidir su pie con la forma exacta de una huella en el aire.
Porque en todo regreso hay quizás una vuelta a lo nuevo y a lo originario, a lo imposible de olvidar; y el que retorna, aprende a desembocar en un acto sagrado, en una devolución mágica del beso de los siglos. Porque el que regresa se desexilia, intercambia la envoltura de todas las palabras por un fondo profundísimo, que ayuda a fijar los bordes de su corporalidad.
Yo, que dejé aquella ciudad que el tiempo tiñe con el abismo de las mutaciones, vuelvo a la temporalidad de un pasado anterior a mí, arqueado por el peso de sus catedrales, infranqueables animales amarillos que desbordan el cielo tragándose el espacio. En la que regresa no hay nadie, una minúscula fuente que desintegra su especie en el juego de un puñado de niños con misteriosos ojos españoles. En la que regresa, hay, en un pequeño instante de perpetuidad, la coincidencia de todos los paisajes conocidos y de todas las estancias desconocidas, dejando a su paso una estela infinita y despojada, riéndose en un desvencijado camino de rosas.
Salamanca, 12 de julio de 2009
"En la que regresa no hay nadie"
ResponderEliminarEn esta línea que destaco, queridísima amiga, veo tu libertad.
Es aún incorpórea y susceptible de una forma nueva.
Es un gran pasado de aprendizaje y experiencias, y un presente limpio, prometedor, absolutamente propio.
Te extraño, claro, pero cuando pienso en esa justicia creativo-emocional que te trajo una vez a mis tierras, empiezo a confiar también en que será la misma que me llevará a reencontrarte en las tuyas.
Te quiero mucho!
Que placer leerte, activan en mi sentimientos e imagenes de libertad, amor, contencion y familiaridad. Mientras iba leyendo sentia lo importante y hermoso que es reencontrarse con las raices, recordar que lo que uno es tiene su razon de ser alli y aunque se alojan los peores pesares en ese origen, los años, y la resignificacion de esa historia permiten una libertad originalmente genuina. Tomo este regreso como quien vuelve a uno mismo, en ese viaje se dejan cosas preciosas pero el reencuentro es insuperable.
ResponderEliminarTe mando un beso y un abrazo interoceanico.
Martin.
Gracias, Paula, así sea, mi querida lámpara encendida, y nos veamos pronto!!
ResponderEliminargracias, Martin, ojalá que ese camino q describes se haga realidad en tu vida, y que la madurez de tus heridas te ayude a encontrarte contigo mismo. Un abrazo, mi querido amigo.
ResponderEliminarYa llegaste, bienvenida.
ResponderEliminarAbrazos
Gracias, Stalker! Besos
ResponderEliminarque bien me sienta regresar a este paraje...
ResponderEliminarbesos volados.
" Porque el que regresa se desexilia, intercambia la envoltura de todas las palabras por un fondo profundísimo, que ayuda a fijar los bordes de su corporalidad."
ResponderEliminarQué bueno! Qué bien contás. Me encantó.
Ese hilo que retomamos -al regresar- de nosotros mismos.
Pd: Necesito pedirte un favor a propósito de la publicación de mi libro En la orilla, que aparecerá en unos meses. No tengo tu dirección. Te pido si es posible que me escribas a:
maximoballester40@hotmail.com.
Gracias!
Un abrazo.
HOla Cucchi canario! ahora estamos más cerca, de isla a isla. Un abrazo!
ResponderEliminarFelicidades por tu libro Máximo! Te escribiré en cuanto pueda. Un abrazo!!
ResponderEliminarEra para pedirte permiso para publicar un comentario tuyo del blog de En la orilla. El libro tiene un anexo final que se titula "Dijeron de este libro" y ahí van aparecer algunos comentarios de los amigos que tuvieron la amabilidad de comentar. Y bueno, yo quería pedirte permiso para publicarlo. Mi urgencia es porque entrego todo el lunes a la editorial. Pero si no se puede no hay problema. Todo bien igual.
ResponderEliminarEra sólo eso, no te asustes.
Gracias por las felicitaciones.
Un abrazo.
querida sonia, el regreso es gratificante y triste, es un viaje a la semilla, un desandar, un recuentro y una perdida; una escalofrio y una comezòn en el estòmago; un volver a la cuna, a la ventana de la infancia, al patio y sobre todo al mar. hermoso material, profundo, sentido.... un gran abrazo de tu amigo cubano, juan carlos rivera, desde buenos aires
ResponderEliminarMi querido Juan Carlos, gracias por tus palabras. Cierto todo lo que dices, especialmente ese giro hacia la cuna, que por momentos nos conecta con el niño que somos.Y el mar, no es acaso también una gran cuna? Un abrazo muy fuerte, corazón insular
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