Masticación del amor
Miguel Ruiz Risueño
Para mi amigo Iván Velázquez
con quien en Brasil hablé de la soledad
En todo amor se materializa un espectro. El fantasma irradia luz sobre nuestra soledad y el borde de nuestro cuerpo prolonga su quimera.
En el amor soy el espejismo de la proximidad, la fantasía de una realidad idealizada, traída del pasado al presente como cuentas de un collar sostenido por el aire.
En el amor una fuente puede derrocharse toda la noche. O toda la noche puede durar el día, zodiaco que planea adentro del cuarto donde cabe el encuentro con el otro. Lonja celeste. Eclíptica de nuestra mirada fija en otros ojos que reflejan los nuestros.
En el amor se prolonga la materia más pura de mi espera, esa especie de caldo granulado donde es posible lo que deseo. Yo esperaba que franquearas la pared que soy, acaso llegaste para domesticar una puerta. Pulpa que enloquece y que finalmente muere dinamitada por lo que ya no espero.
El otro amamanta la soledad y resignifica mi gran círculo de espejos. Me veo allí, donde el otro gira el tronco para alcanzar mi zapato, y allí, donde mueve las manos para espantar la mariposa que ha dibujado el vaho en el espejo, y allí, donde el agua de su boca diseña una fotografía del mundo.
En el amor se convive con un otro lleno de fuego, descendido de una columna de nubes, martirizado en la crucifixión de ese doble que tenemos que matar.
En el amor figuramos un centro y un anexo. Un hijo invisible del otro, y su abandono. Torpes esclavos tememos al olvido. Cuando del amor aprendemos que el olvido es la forma más sincera del paso del tiempo, el otro vuelve, recién nacido de nuestro hijo invisible.
En el amor yo soy la única inocente y por eso soy culpable. Lleno mi boca de palabras que retengan tu cuerpo en el espejismo de amar fuera de mi soledad. Lo que amo fuera de mí me hace estar sola. Lo que amo de mí me devuelve tu pérdida.
Estar solo. Estoy sola. En todo amor esa es la batalla y toda batalla es móvil. Metáfora del fantasma, de la recreación del otro vistiendo nuestro disfraz. Por momentos se materializa, se acerca el cuerpo desmedido de mi soledad, estás conmigo y los sueños dejan de ser una distorsión de la muerte del otro.
A estas alturas cualquier dolor es bueno. El dolor satisface. En todo amor se materializa un fantasma dolido, el indicio de que la soledad sea una hipocresía y que el otro pueda acompañarnos. El dolor hiere la soledad. El dolor muestra su dentadura hiriente contra el estar solo.
A estas alturas el dolor satisface. El dolor del fantasma de un otro que llega a mi secreto, a morder lentamente mi corazón insular.
En el amor soy el espejismo de la proximidad, la fantasía de una realidad idealizada, traída del pasado al presente como cuentas de un collar sostenido por el aire.
En el amor una fuente puede derrocharse toda la noche. O toda la noche puede durar el día, zodiaco que planea adentro del cuarto donde cabe el encuentro con el otro. Lonja celeste. Eclíptica de nuestra mirada fija en otros ojos que reflejan los nuestros.
En el amor se prolonga la materia más pura de mi espera, esa especie de caldo granulado donde es posible lo que deseo. Yo esperaba que franquearas la pared que soy, acaso llegaste para domesticar una puerta. Pulpa que enloquece y que finalmente muere dinamitada por lo que ya no espero.
El otro amamanta la soledad y resignifica mi gran círculo de espejos. Me veo allí, donde el otro gira el tronco para alcanzar mi zapato, y allí, donde mueve las manos para espantar la mariposa que ha dibujado el vaho en el espejo, y allí, donde el agua de su boca diseña una fotografía del mundo.
En el amor se convive con un otro lleno de fuego, descendido de una columna de nubes, martirizado en la crucifixión de ese doble que tenemos que matar.
En el amor figuramos un centro y un anexo. Un hijo invisible del otro, y su abandono. Torpes esclavos tememos al olvido. Cuando del amor aprendemos que el olvido es la forma más sincera del paso del tiempo, el otro vuelve, recién nacido de nuestro hijo invisible.
En el amor yo soy la única inocente y por eso soy culpable. Lleno mi boca de palabras que retengan tu cuerpo en el espejismo de amar fuera de mi soledad. Lo que amo fuera de mí me hace estar sola. Lo que amo de mí me devuelve tu pérdida.
Estar solo. Estoy sola. En todo amor esa es la batalla y toda batalla es móvil. Metáfora del fantasma, de la recreación del otro vistiendo nuestro disfraz. Por momentos se materializa, se acerca el cuerpo desmedido de mi soledad, estás conmigo y los sueños dejan de ser una distorsión de la muerte del otro.
A estas alturas cualquier dolor es bueno. El dolor satisface. En todo amor se materializa un fantasma dolido, el indicio de que la soledad sea una hipocresía y que el otro pueda acompañarnos. El dolor hiere la soledad. El dolor muestra su dentadura hiriente contra el estar solo.
A estas alturas el dolor satisface. El dolor del fantasma de un otro que llega a mi secreto, a morder lentamente mi corazón insular.
Curitiba (Brasil) y Buenos Aires, septiembre de 2008
24 comentarios:
Sonia!!!
Qué bueno que hayas vuelto!
Veo que la distancia ha despertado algunas sombras de esas que duermen en los rincones olvidados.
Como siempre tus palabras creando lazos, uniendo caminos...
Nos tenemos que juntar para que me cuentes cómo te fue en el viaje.
Tal vez la semana que viene?
Te mando un abrazo!
Gracias, pau, nos vemos, nos vemos, compañera de ruta.
¿ Tú crees que el dolor hiere la soledad?
Cada vez más creo en lo efimero del amor y en el valor del compañerismo.
Gracias, leo. Sí, creo que el dolor que nos provoca el amor hiere nuestra soledad, porque, por un instante ese dolor nos hace creer que habíamos sido acompañados mientras amábamos, o que caminábamos junto a otro.
En esa nostalgia y conciencia del amor-compañía que nos provoca el dolor de amar, efectivamente se desintegra momentaneamente nuestra soledad. Por eso se trata de un dolor satisfactorio (si me duele el otro es que estuvo en mí y no estuve solo).
Sin embargo creo que la soledad, incluso en el amor, es infranqueable.
Estamos solos, estemos o no enamorados, lo que ocurre es que a veces el amor parece querer convencernos de lo contrario, nos seduce con la posibilidad de la compañía, con ese espejismo de llegar a puerto, de la proximidad.
Vaya, cuántos fantasmas últimamente. Bonito texto, Sonia.
Gracias jscivo! Te leo, me encanta tu poesía. Un abrazo
Vaya ingestión de retórica amorosa. A veces es conveniente, en esto del amor, mantenerse a dieta. Un saludo, me ha gustado mucho tu blog, lo tendré presente en mis incursiones internauticas.
Chao.
Hola , me llamo Carlos Rojas, soy el coordinador de español de Lexical Paulista en São Paulo, uno de los coordinadores generales fue a tu charla en Curitiba y me pasó tu blog. soy de Santa Cruz de Tenerife también, y frecuenté varios círculos poéticos a finales de los ochenta y principios de los noventa en la isla. Espero mantener cierta correspondencia contigo, a ser posible, mi email es rincondelmar@hotmail.com
un saludo
Carlos
Muchas gracias, Sonia.
Un beso desde el sur.
¡Me alegra tu regreso, Sonia! Espero que hayas disfrutado y que el azar nos reúna en el éter para intercambiar impresiones...
Yo sí creo que, aunque estemos solos en un nivel, en un centro cuyo nombre es imposible podemos sentirnos, no acompañados, sino amparados, cercados, sostenidos por el otro.
¡Abrazos!
Gracias, alphonsus, acabo de visitar tu blog. Seguiré en su lectura y descubrimiento. Un abrazo.
Gracias, Carlos. Qué pena que no nos conocimos en este viaje! En cualquier caso, es un gustazo conocerte, tener un canario cerca siempre hace bien, y si además es poeta, el puzzle pone su pieza de asombro en el encuentro. Te escribiré. Un abrazo muy fuerte. ¿tienes blog??
Gracias, Luna.
Ay, Walserillo, qué alegría para mí que estés ahí alumbrando compañía, debatiéndola, reconciliándola con su soledad, a pesar de que todo corazón sea algo islote. Un abrazo y hablamos pronto.
El placer es mutuo.
Un beso muy fuerte!
Gracias, Sonia, me gusta mucho tu escritura. Te seguiré leyendo. Abrazo fuerte para tí también.
Interesante reflexión en la cual el amor y el dolor se hacen personajes, con rasgos fisonómicos propios.
Me ha gustado mucho.
Mis mas emocionados recuerdos
Muchas gracias, Jardinero, cierto que dolor y amor se oximoran, convergen, se reconcilian. Un abrazo fuerte.
no há dolor a mais neste canto tão verdadeiro?
(Escusa la pergunta
Claro que eu gostei de tuas palavras, senão : nada dizia.
Fica Bem!
josé alberto mar
Tu pregunta es oportuna, José Alberto. ¿Acaso no es demasiado el dolor? El amor duele y no duele. Aposenta su varita mágica sobre nuestro sueño, y también nos descubre friamente que no somos más que reflejo descreído de nuestro sueño de proximidad. Un abrazo
cierto el Amor es una quimera...
y tu corazón insular un fino tamiz de su espectral luminiscencia.
besos
Gracias Cuchhi! qué lindo es leerte, isleño. Un abrazo fuerte
Publicar un comentario