23 junio, 2013

MAQUINARIA ARTICULADA POR EL VÉRTIGO

Mark Rothko



Ha llegado la hora de delatarse,
orientar el cuerpo en dirección única,
comenzar el trance de perder.  
Alcanzo este corredor del desacierto,
enloquecedoras manos
estiran mi piel hasta la meta.
La pregunta,
es posible el amor después de los extremos,
se abalanza y choca victoriosa
contra un hervidero de lobos.

Torre, caballo, corazón de marfil,
rey mío en todas partes,
hundiste la razón en respuestas,
empujaste la despedida, su embalaje,
y esa sonoridad hueca con que se rayan
muebles y equilibrio en las mudanzas.

Ha llegado la hora de delatarse.
Cuando me acercaba a ti
alejaba la bendición del paisaje,
árboles, coches despiadados, criaturas leves,
te oían respirar sobre mi cuerpo asmático.
Era huir o modelar arcilla trágica,
quedar inmóvil en el estómago del tiburón,
masticar cada día un plato de cenizas,
arrodillarse a la rutina del semen.

Lo que duele ahora es no ser,
arrastrar un sexo desguazado,
un cementerio de trenes,
tragar una y otra vez las vísceras de todo.
Duele sostener una sonrisa de prolongada sequía,
dirigir la batuta de los buitres,  
reproducir un total contrasentido.

Cuando se acaba el amor
ya nada distrae a la muerte.

2 comentarios:

r.e.c. dijo...

La batuta de los buitres y el plato de cenizas.
Esas imágenes sueño que nos regalas siempre en los poemas. Su densidad. Su altura.
Y los dos últimos versos. Como una piedra que nos aplasta.
Gracias.
Por la dureza.

José Antonio Hoyos Castañeda dijo...

"Cuando se acaba el amor ya nada distrae a la muerte".
Me he quedado muerto y enamorado.
Enhorabuena y gracias por tus ideas y versos.