Reconozco que la música de Harlem
seca al sol los ojos de café de ese hombre
que en su mano reconstruye
lo que yo reconozco
reconozco estar aquí
y que aquí coincide con ahora
aquí ahora y ahora
encontrando que el canto
no es más que un círculo que se pierde
reconozco encontrar mi pérdida
y reconozco que la amo.
Del poemario
Muchacho de Tribeca, Nueva York, 2006
3 comentarios:
Ella dice que la poesía no cabe en el poema y yo digo que Sonia no cabe en la palabra, porque para decir a Sonia Betancort y su poesía deberíamos exigirle a Dios que rompa su milenario silencio, y nos convide la secreta música que nos permita decir esas creaciones inalcanzables para las que ninguna civilización halló palabra o vocablo.
No es extraño que una niña que nació entre el cielo y el océano tenga como juguete favorito al poema. Su relación con el mar nació antes que con la palabra, por eso es natural que cada letra de Sonia posea su pleamar, sus propios viejos y sabios marineros de barbas blancas, sus faros y redes, su olor a madera de nave que ya sabe que nunca más regresará al océano, ni al árbol que fue, ni será hoja, donde una poeta palmera le encienda una de esas plegarias que algunos llaman versos, y otros, breves instrucciones para heredar todo lo que dice la lluvia que no fuimos.
Sonia Betancort Santos llegó a Buenos Aires para fundarlo nuevamente en sus palabras, esta conquistadora que ya había reinventado a una ciudad amarilla (Salamanca) en sus íntimos y exigentes versos, logró entre escombros y ángeles instalar un piano con su música: ese trip trap que gemía el barco en que su abuelo se fue a buscar la vida a Venezuela, o ese punta tacón – punta tacón de los bailadores que cuando danzan conmueven de manera tal que le corren el maquillaje al antiguo retrato del cielo.
Pedro Patzer
El darse cuenta de las cosas por contraste,por oposicion de otras.
En el aire hay elementos que al poeta lo llevan a dar con el. Su mirada, tocando cada cosa, descifrandola, lo reune con sus partes, incluso con partes de si olvidadas.
La perdida por momentos lo es todo.
Un abrazo.
Una maravilla de poema, muy bueno realmente.
C.A. Makkkafu
Publicar un comentario